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Noviembre 2019

Mensaje a nuestros socios y a la comunidad

Como ya se mencionó en ediciones anteriores, la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM), como única organización interdisciplinaria y federal que reúne a todas las profesiones y saberes del campo de la salud mental de nuestro país, no solo debe enfocarse en la tarea científica y académica, sino que no puede permanecer ajena a los vaivenes y cambios relacionados con los determinantes sociales que afectan, de una u otra manera, a la salud en general y a la salud mental en particular. En efecto, las circunstancias en que las personas nacen crecen, viven, trabajan y envejecen son el resultado de la distribución del dinero, el poder y los recursos que los gobiernos implementan en sus políticas. Actualmente, nuestro país está experimentando una de las peores crisis económicas y sociales en tiempos de democracia, con altas tasas de desempleo, preocupantes índices de pobreza y derrumbe de la confianza en las instituciones que nos representan, sean estas del ámbito político, jurídico, ético, académico o científico.

Si consideramos que, tal como indica nuestra Ley Nacional de Salud Mental, "se reconoce a la salud mental como un proceso determinado por componentes históricos, socioeconómicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los derechos humanos y sociales de toda persona", no podemos más que afirmar que la salud mental de nuestra sociedad está fuertemente afectada por las consecuencias de la crisis antes mencionada. La Asociación Argentina de Salud Mental (AASM) se fundó sobre la diferencia, el debate y la capacidad de soportar las tensiones que siempre, de una manera u otra, produce y reproduce un campo tan heterogéneo y complejo como este. Y es precisamente de ese intercambio interno de ideas de donde surge la riqueza de nuestra organización. La interdisciplina nos enriqueció y nos enriquece.

El objetivo más importante por el que se fundó nuestra organización fue que todas las acciones llevadas adelante por nosotros tendieran a mejorar la vida de los usuarios de los servicios de salud mental, a través del perfeccionamiento de los servicios y la equidad en el acceso a la salud en nuestro país. Para poder cumplir ese objetivo, la interdisciplina y el respeto de los derechos humanos deben ser el fundamento de nuestra práctica.

Mientras tanto, en este contexto de crisis generalizada que atraviesa nuestra sociedad, con la falta de acciones concretas por parte del Estado que permitan vislumbrar un cambio en el sistema de salud mental, nos encontramos ante una embestida muy agresiva por parte de ciertos sectores con intereses económicos y corporativos. Ellos pretenden impedir que se implementen las reformas necesarias y, si bien hasta el momento no han tenido éxito, distraen el avance – lento, pero sin pausa– hacia la meta de alcanzar lo más rápido posible un sistema de salud mental equitativo, con perspectiva de derechos, con base en la comunidad, con dispositivos intermedios y con internaciones breves en hospitales generales. En efecto, hoy existen serias dificultades para progresar hacia la ampliación de la cantidad de hospitales públicos y centros de salud que ofrezcan dispositivos interdisciplinarios respetuosos de los derechos y las necesidades de las personas con padecimiento mental. Es que, más allá de los ya mencionados intereses económicos, ideológicos y corporativos, el cambio de paradigma también provoca miedo, y es habitual encontrar actores del campo de la salud mental que, desde lo teórico o lo discursivo, se proclaman defensores de los derechos de las personas y del cambio en los abordajes de la salud mental, pero que, en el momento de ser protagonistas de ese cambio, exponen diferentes argumentos expresados en obstáculos para llevar a cabo la transformación que en la teoría defienden. En este complicado contexto político y económico, la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM) se aboca a abordar las cuestiones científicas e institucionales, pero también las políticas y sociales, por lo que nos mantenemos alertas para reaccionar en el momento oportuno. Por esa razón es que nuestra institución participa en cada uno de los espacios donde se discuten y establecen políticas de salud/salud mental de nuestro país.

En ese sentido, a partir de 2019 hemos sido elegidos para integrar, por los próximos cuatro años, el Consejo Consultivo Honorario de Salud Mental, junto a otras 30 organizaciones científicas, académicas, de derechos humanos, de usuarios, de familiares y sindicatos de nuestro país. Esto no es nuevo. En el pasado participamos en otros foros e instancias trascendentes, como el Órgano de Revisión de la Ley Nacional de Salud Mental, durante dos períodos (2013-2017); en la elaboración del Marco de Referencia para la Formación del Equipo de Salud, como es la Residencia Interdisciplinaria de Salud Mental – RISAM (2015), y en el grupo de trabajo para la elaboración de las normas mínimas para habilitación de establecimientos y servicios de salud mental y adicciones (Resolución 1484/2015), lamentablemente derogadas a principios de 2016.

En un contexto como el actual, cuando los recortes en el sistema público de salud son moneda corriente, es indispensable que todos los sectores que integramos el campo de la salud mental converjamos en un diálogo franco acerca de cómo revertir el claro retroceso que sufre el sistema de salud/salud mental. No cabe duda de que necesario realizar reformas. Y, para llevarlas a cabo, no podemos dejar de considerar las experiencias exitosas desarrolladas en el mundo, en especial en lo referido a la implementación de un sólido sistema integral de salud mental. Recordemos que nuestro país tuvo (y tiene) una rica (y única) historia de experiencias y actores, en la que el respeto por la subjetividad y la singularidad es central en la clínica. Quiero finalizar expresando que no hay salud sin salud mental, y no hay salud sin Ministerio.